De la misma manera que existen organizaciones que podemos denominar como “enfermas”, también pueden existir organizaciones “que curan”. Podría decir organizaciones “sanas”, pero más allá de estar sanas, se trata de organizaciones que transforman a través de la propia transformación de las personas. Como dice Richard Barrett:
“Las organizaciones no se transforman, las personas sí.”
Cuando nos paramos a reflexionar sobre características de las organizaciones en las que hemos colaborado, podemos identificar rápidamente comportamientos propios de organizaciones enfermas: falta de coherencia, resistencia al cambio, exceso de control, escasas oportunidades de desarrollo, liderazgo impositivo, arbitrariedad,…; y cómo estos comportamientos han influido en nosotr@s y nuestro desempeño.
Las estructuras generan un tipo de conductas. Las personas que forman parte de una misma estructura, o en este caso organización, tienen tendencia a producir los mismos resultados, a pesar de ser diferentes entre ellas.
Es por esta razón que las conductas propias de organizaciones enfermas se perpetuán, pero no son inalterables, de hecho tenemos el poder de alterar las estructuras bajo las que operamos sólo que no somos conscientes y no percibimos esta posibilidad. Podemos curar nuestras organizaciones, con ello me refiero a crear entornos que generen elevados índices de bienestar, en las que prime el valor de hacer las cosas bien hechas.
Se trata de organizaciones que no sólo son permeables a los cambios sino que son impulsoras de cambios,
en las que la innovación pasa de ser un mero eslogan que sirva para atraer talento y clientes, a formar parte de su propio ADN.
No se plantea hacer o no innovación, no existe un departamento de innovación; la innovación es la propia organización.
En este tipo de organizaciones no se “gestionan personas” si no que se atienden “proyectos de vida”.
Ya comentamos en el post anterior: “El talento no entiende de edad” la importancia de gestionar etapas de vida, establecer políticas de gestión de personas de manera individualizada atendiendo sus necesidades y teniendo en cuenta el momento vital en el que se encuentran.
Organizaciones en las que la base de las relaciones que establece es la confianza,
una confianza sustentada en tres principios básicos: sinceridad, fiabilidad y competencia, o lo que es lo mismo: “se dice lo que se piensa”, “se hace lo que se dice” y “se es competente para llevarlo a cabo”. La organización establece una relación con sus colaborador@s de adulto a adulto, dejando a un lado modelos paternalistas.
Son organizaciones artesanales donde las personas sienten y se apasionan con lo que hacen.
La división del trabajo rompió la relación trabajo – sentido, provocó que las personas perdieran el interés por lo que hacían convirtiéndose en consumidores pasivos, reduciéndose a una actividad de producción – consumo. En estas organizaciones las personas se realizan también a través de su trabajo.
Organizaciones comprometidas con su entorno, conscientes y responsables sobre el impacto que tienen sus conductas en la sociedad.
Se comunican con su comunidad, se integran en ella y a su vez integran la comunidad en ellas, derrumbando los muros que actualmente las separan.
Pero sobretodo, hoy en día, necesitamos organizaciones que curen del pesimismo, la resignación y la mediocridad; organizaciones que empoderen a las personas como principales agentes transformadores de si mismos y, por extensión, de su entorno.